Reflexiones: Investigar. El proyecto
La zona es tal vez un sistema muy complejo de trampas… no sé lo que ocurre allí en ausencia del hombre, pero apenas llega alguno todo empieza a moverse. La zona es tal y como la hemos creado nosotros, es como nuestro estado de ánimo, no sé lo que ocurre en ella, eso no depende de la zona, eso depende de nosotros
Andrei Tarkovski, Stalker, 1979
La innovación está inevitablemente hecha de un tejido similar a tantos otros que se han ido formando en todo el mundo como consecuencia de los procesos de globalización. Se trata de áreas que a veces parecen extrañas a nuestra cultura, pero que realmente son partes integrantes de la misma y que a menudo emergen de forma errática pero cargadas de vida, zonas donde la industria se quita la máscara y se muestra desnuda de aquello que todavía no sabe ser, que rechazan cualquier proyecto homologable y que todos los días encuentran la energía y la inteligencia necesarias para autodefinirse, modificando o incluso inventando las reglas y los conceptos de sus distintas relaciones.
En I+D por ejemplo se habla mucho de la palabra PROYECTO. Nosotros también lo hacemos, es inevitable. Pero PROYECTO hoy no puede ser lo mismo que era hace quince años. Es necesario plantearse cada día, en cada oportunidad que tengamos, más que qué es, qué puede ser o qué queremos que sea: su alcance y su contenido. Nos enseñaron que un proyecto es un producto finito y preparado para ser ejecutado, un diseño ejecutivo, una partitura en la que no hay espacio para la improvisación (y por tanto tampoco para el arte), un proceso determinado de una vez por todas. Sin embargo la experiencia nos ha enseñado que tanto el método como el proyecto pueden poseer un carácter indeterminado y permanecer indeterminados a lo largo del camino, alcanzando muchas veces incluso contra cronograma, magníficos resultados no planteados de antemano. Es esta la base del saber cómo perderse en cualquier exploración, pero también del saber cómo producir transformaciones materiales e inmateriales; como una obra de arte, una obra arquitectónica o como es nuestro caso, una investigación.
En el andar, pero también en el investigar, lo imperdonable es que a lo largo del procedimiento nos hayamos perdido algo a un lado del recorrido, que por querer seguir nuestra ruta no hayamos prestado la debida atención a las llamadas de los cambios de rumbo, que no nos hayamos puesto en la auténtica condición del paseante: andar y detenerse.
Pero ¿cómo se hace un proyecto indeterminado? Tanto los autores como el proyecto deben estar dispuestos a recoger los incidentes del recorrido, y además deben provocarlos o ir a buscarlos. Si el proyecto predeterminado no prevé ulteriores relaciones con el contexto porque cree que ya las ha incorporado todas, el proyecto indeterminado, por el contrario, es completamente contextual, relacional e imprevisible. Avanza, cambia de dirección y se detiene repentinamente sin previo aviso. Abandona las certezas de la posición alcanzada y se dirige hacia la oscuridad sin miedo, hacia la tempestad donde el mar intenta volcar la embarcación. Este proyecto del que hablamos se permite corregir la ruta inesperadamente, detenerse o continuar para alcanzar la excelencia en los resultados.
Por tanto proyecto sí, pero no como corsé sino como soporte para construir el recorrido y la relación: lo verdaderamente importante. Lo bueno, como apuntaba Tarkovski, es que depende de nosotros.